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MUÉRETE PARA ESTAR VIVO



Siempre ocurre con los personajes públicos: actores, escritores, pintores, periodistas, famosos de toda índole, incluso políticos. Debes estar muerto para ser reconocido, para que te den títulos y premios póstumos, para que se hable de ti, de tu obra, de lo genial que eras y de lo mucho que has aportado a la humanidad. Pero eso es sólo fachada, lo importante es lo mucho que vas a dejar a “unos cuantos”.

Sí, es así. Tu nombre, tu obra y tu vida no es más que carnaza. Carnaza sin dueño. Como un animal muerto en la selva africana, expuesto al sol  a la espera de que lleguen los carroñeros a alimentarse con tu carne. Hienas y buitres se pelearán por obtener los mejores trozos de tu cuerpo, los más suculentos, esos que llevan muchos ceros a la derecha.


A nadie le sorprende que esto ocurra, estamos acostumbrados a ver cómo herederos de famosos artistas sigan enriqueciéndose a costa de ellos, con y tras su muerte. Ellos y, naturalmente, toda la cadena de profesionales que en ello colaboran, (discográficas, televisiones, prensa escrita, editores, etc.).
Cómo decía,  es algo habitual. Lo extraordinario es que se te ponga fecha de caducidad. Tu muerte tiene día y hora, y así se hace saber  públicamente, como si de un Macro Festival de Rock se tratara.

No voy a entrar en el personaje en cuestión, no me interesa en absoluto. La historia de hoy es consecuencia de la historia del ayer, y en ese ayer las circunstancias tenían que caer por su propio peso. Un peso que podía recaer en cualquier persona y que se podía haber hecho mejor o peor, no lo sé.  Lo que sí quiero destacar  es que debe ser  muy triste que  te aparten de un empujón en tu mejor momento, te releguen al olvido durante décadas y te saquen al escenario cuando estás hecho una piltrafa, quizás conectada a una máquina que el día D a la hora H será apagada. Clic, off.

Crónica de una muerte anunciada, ¿por qué? ¿Quién hay detrás de toda esta puesta en escena para exprimir  hasta la última gota de sangre del pobre muerto, y dársela a ese monstruo que está agonizante y casi desmembrado, para hacerlo revivir?  No es difícil de suponer.
Lo más bonito de todo este teatro es la guinda que corona el pastel: "Señor Difunto, tengo una noticia buena y otra mala para usted. La buena es que le van a hacer un homenaje  poniendo su nombre a un aeropuerto, y la mala es que en realidad, el homenaje no es para usted. El homenaje es para todos los que se van a llevar tajada del dinero público que eso va a costar." 

Un dinero público que, en teoría, no hay.  No hay ni para ti, ni para mí, para ellos sí. 

MON x MON

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