Todos tenemos esos días en los que los problemas se reproducen, las soluciones se congelan, las salidas se bloquean y nada fluye, salvo las lágrimas de impotencia.
Cuando eso ocurra, déjalas fluir, pero no mucho, no te regocijes con su sabor salado, solo lo justo para que escape la ira. Luego sécalas de tus mejillas, aparca los problemas y distráete con algo, lo que sea. Cuanto más relajada esté tu mente y tu alma, mejores soluciones y más inmediatas encontrarás.
No te dejes llevar por el agobio, confía en ti.
Distraída y agotada.
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